Ofrece un valor significativo en la identificación temprana de patógenos, la caracterización de variantes genéticas, la mejora de la respuesta de salud pública, la innovación en diagnóstico y tratamiento, y la prevención de epidemias. Además, optimiza recursos en salud, fomenta la capacitación profesional, impacta en la política de salud, y contribuye al avance en la ciencia genómica, mejorando la capacidad para gestionar y controlar enfermedades infecciosas.